3. Fuentes de información y mecanismos de obtención de datos

3.1. Las fuentes periodísticas

3.1.2. Tipología de las fuentes de información

A continuación, se presenta una clasificación de las fuentes de información. Toda la información sobre la tipología de las fuentes se ha extraído de Javier Chicote.

Clasificación de las fuentes de información en el periodismo de investigación
Clasificación de las fuentes de información en el periodismo de investigación
Fuente: J. Chicote (2006).

3.1.2.1. Las fuentes personales voluntarias

Son las fuentes más familiares y lo alcanzan todo, desde el portavoz oficial o los funcionarios y policías a los que vemos con regularidad, hasta la persona con la que hablamos quizá una sola vez. Si hay una regla de oro para el éxito en las investigaciones, es no tener nunca miedo a preguntar. Lo peor que podemos esperar es una negativa y, a cambio, podemos conseguir mucho rédito.

1) Según su actividad, la fuente puede ser:

  • Activa: toma la iniciativa de ponerse en contacto con el periodista y desea transmitir la información que posee.
  • Pasiva: no toma la iniciativa de suministrar la información, sino que es el periodista quien se pone en contacto con ella.
  • Oficiales: si se trata de la oficina de prensa o de una voz autorizada por una institución para proporcionar información.
  • Oficiosas: también son individuos que ocupan lugares de responsabilidad y que proporcionan información. La principal diferencia respecto a las oficiales es que estas segundas no acostumbran a aceptar que el periodista las cite como fuente, quieren mantenerse en el anonimato u off the record. Por norma general, las fuentes oficiales no suelen ser comprobadas por el periodista, mientras que las oficiosas lo acostumbran a ser mucho más.

2) Según la relación con el hecho que se quiere investigar:

  • Implicadas: testigos o protagonistas de los hechos y, por lo tanto, se ven afectados por los mismos de manera directa. Dentro de esta tipología, encontramos las fuentes favorables, que son aquellas que se ven beneficiadas por la publicación de una investigación sobre los hechos, y las fuentes desfavorables, que son las que se ven perjudicadas si los hechos adquieren una relevancia púbica. Tienen que ser comprobadas porque la tendencia será siempre a justificar su actuación o simplemente negarla, en caso de que sea incriminatoria.
  • No implicadas/ajenas: si bien estas fuentes no tienen relación directa con los hechos que se quieren investigar, pueden ofrecer datos que enriquezcan la investigación. Por un lado encontramos las fuentes técnicas, que son las que tienen una visión especializada sobre el tema y pueden enriquecer y aclarar la investigación; y por el otro, las fuentes neutrales, que no tienen relación directa con los hechos pero también aportan datos, puesto que pueden conocer a la gente involucrada.

Según Chicote, hay que distinguir entre confidente e informante. El confidente tiene una relación habitual con el periodista producto de un trato personal y prolongado, que genera una comunicación bidireccional, más fluida y abundante. Esta relación se basa en el interés, la amistad, el respeto mutuo, el dinero o cualquier otro motivo. El informante, en cambio, mantiene una relación ocasional con el periodista, a pesar de que también puede ser motivada por dinero o tratarse de una filtración, es decir, una información que a la fuente le interesa propagar.

También hay que distinguir las fuentes de información gratuitas, las que no piden una contraprestación por la información facilitada, y las pagadas, cuyo interés económico puede poner en tela de juicio la fiabilidad de su testigo.

3.1.2.2. Las fuentes personales involuntarias

No todas las fuentes personales son voluntarias. Las involuntarias son aquellas que proporcionan información sin saber cómo ni para qué o, lo que es lo mismo, son fuentes a las cuales el periodista engaña para obtener información. Esto pasa siempre que el periodista no se identifica como tal. Un ejemplo de esta clase de fuentes son aquellas que se enfrentan, sin saberlo, a una cámara oculta. Este tipo de prácticas para obtener información son reprobables desde el punto de vista deontológico y ético, y por eso son muy difíciles de justificar. Al respecto, Chicote considera que solo se recurrirá a la cámara oculta «en virtud de un bien mayor. El periodista puede engañar a un traficante de drogas para desenmascarar su organización mafiosa y hacer un bien a la sociedad, pero por el contrario, no es lícito ocultar la condición de informador para descubrir la vida privada de un personaje».

3.1.2.3. Las fuentes documentales

Son los archivos públicos o privados, internet, las bibliografías, las hemerotecas y, en definitiva, toda clase de datos a los cuales se pueda acceder y que tengan relación con el tema investigado. Muchos de estos datos, o el acceso a los mismos, pueden ser proporcionados por las fuentes personales, pero en cualquier caso se trata de informaciones generalmente públicas o semipúblicas. Algunas de las plataformas documentales recientes más conocidas son Wikileaks, Contrast o Whistelblower . Aun así, hay una amplitud de recursos y bases de datos en línea en los que obtener información, como ya vimos en el apartado 1.3, «Periodismo de datos».

Por su parte, David Randall establece una serie de pautas generales a la hora de tratar las fuentes; una propuesta complementaria a la clasificación de Javier Chicote.

1) Fuentes humanas

Por norma general, las fuentes se tienen que identificar. Si se niegan, podemos esgrimir el argumento de que la importancia de una noticia depende de que se pueda verificar gracias a que se conoce su procedencia. Si, a pesar de todo, una fuente decide no identificarse, pero nosotros queremos citar sus declaraciones, podemos intentar pactar una fórmula de identificación genérica, como por ejemplo «fuentes del Departamento de Interior». Aun así, el secreto profesional es un derecho del periodista, a la vez que un deber que garantiza la confidencialidad de las fuentes de información. Por lo tanto, el periodista garantizará el derecho de sus fuentes informativas a mantener el anonimato si así lo han solicitado. No obstante, este deber de profesional podrá ceder excepcionalmente en el supuesto de que conste fehacientemente que la fuente ha falseado de manera consciente la información, o cuando revelar la fuente sea el único medio para evitar un daño grave e inminente a las personas.

2) Fuentes oficiales

Que se trate de fuentes autorizadas no siempre es sinónimo de que sean fuentes bien informadas cuando son departamentos de relaciones públicas y prensa. Algunas conocen bien sus respectivas organizaciones y están en condiciones de aportar detalles. Otras son simples intermediarios, que transmiten nuestras preguntas a un funcionario y vuelven con respuestas, con la imposibilidad de formular nuevas cuestiones al respecto. Por eso conviene cultivar los contactos con funcionarios dispuestos a darnos información directamente, en lugar de la filtrada a través de su encargado de relaciones públicas. Ha habido muchas lamentaciones por parte de los periodistas respecto a la perversidad de los «expertos en relaciones públicas», conocidos como spin doctors, de la «gestión de noticias».

a) Spin doctors. Poco a poco, esta expresión ha ido designando a casi todos los que se ocupan de las relaciones públicas o la gestión de la imagen. Un verdadero spin doctor es alguien procedente del mundo político, que actúa como portavoz en jefe de prensa o bien un ayudante con suficiente estatus. Además de sus declaraciones rutinarias y conferencias de prensa, se ocupa de interpretar los hechos en favor de su jefe, intenta anticiparse a las malas noticias (y distraer la atención de ellas) y se esfuerza para gestionar las expectativas de forma que beneficien a su causa. Los auténticos spin doctors están cerca de su jefe, y todo lo que dicen para publicar posee la mayor autoridad.

b) Gestión de las noticias. Las organizaciones tienen una gran cantidad de declaraciones e informaciones que quieren dar a conocer. No es particularmente escandaloso que elijan la manera y el momento más ventajosos para hacerlo. De hecho, es frecuente que esta «gestión de las noticias» sea de ayuda, porque asegura que los periodistas dispongan de tiempo suficiente para redactar la información para sus ediciones o evitar un conflicto entre la publicación de un informe y un acontecimiento de importancia. Sin embargo, precisamente por el hecho de que las organizaciones tienen intereses, pueden actuar de tres maneras:

  • Hacer que la hora de la declaración coincida con el peor momento del ciclo informativo. De este modo, es fácil que la convocatoria sea ignorada o tratada con indulgencia.
  • Filtrar el aspecto principal a un medio simpatizante, con la esperanza de que, cuando los otros reciban la información a través de los canales oficiales, ya tengan establecida su agenda.
  • Endulzar la píldora con algún fragmento de buenas noticias que después se convierte en el argumento principal de la convocatoria.

La única garantía contra esta y otras formas de gestión informativa es utilizar nuestro ingenio.

3) Fuentes no autorizadas

Se trata de alguien no autorizado para transmitirnos la información, desde un denunciante bien situado en una organización a una persona sin conexión oficial con la información. Pueden filtrar documentos o, simplemente, sugerirnos que excavemos en un área determinada. La información así obtenida será desmentida, como mínimo en un primer momento, y es casi seguro que nuestras fuentes no querrán que se las mencione. Para tratar con ellas, hay que tener presentes varias cosas:

  • Preguntarnos cuáles son sus motivos: están los que buscan perjudicar a un rival político, comercial o personal, impulsar una determinada causa, vengarse o provocar problemas sin más. El deseo de venganza de una persona puede resultar de utilidad, pero es mejor saber qué pretende desde el principio.
  • Preguntarnos (¡y averiguar!) la otra cara de la historia: la información que nos dan fuentes polémicas no acostumbra a ser tan simple como quieren que creamos. Ahorraremos tiempo si descubrimos la otra cara, o algún matiz de la información que deberíamos conocer. Todo lo que publicamos se tiene que contrastar previamente, y para explicar una historia de forma veraz es necesario conocer las distintas versiones de las personas que están implicadas.
  • Pedir documentos siempre que sea posible: se tiene que pedir a las fuentes si hay alguna documentación que apoye lo que nos están explicando. Si no nos la quieren dar, pediremos fotocopias y, en caso de que también se nieguen, pediremos leer la documentación delante de ellas. Si obtenemos los documentos de una manera extraoficial, es conveniente asesorarnos con fuentes expertas para asegurarnos de su validez.

Randall destaca los siguientes consejos básicos (con aportaciones de la autora):

1) Ser justo con las fuentes: tratarlas con justicia y no asediarlas, engañarlas o intimidarlas. Lo fundamental es ser justos. Si se está criticando o acusando a una fuente de juego sucio, no solo lo tenemos que informar, sino que también debemos darle la oportunidad de replicar.

2) Aprobación del texto: mostrarle a la fuente el artículo acabado antes de su publicación es como invitarla a que lo censure. La tarea del periodista consiste en redactar información precisa, no algo que pueda constituir una base de negociaciones con el implicado. Aun así, unas comprobaciones sensatas no representan una aprobación del texto. De hecho, cuando nuestra historia trata sobre cuestiones con las que no estamos familiarizados, puede ser incluso un ejercicio de responsabilidad enviar parte o la totalidad del artículo a un experto, para garantizar que la historia esté libre de errores. En ocasiones muy concretas, incluso es justificable enviar parcial o totalmente el contenido a una o varias de las fuentes citadas, sobre todo si su relato aborda cuestiones particularmente sensibles. Esta práctica da pie a que las fuentes puedan alterar su testimonio, así que no puede convertirse en la dinámica habitual y se tiene que delimitar. No es obligatorio permitir esta revisión, depende sobre todo de la empatía del periodista con las fuentes utilizadas.

3) Retractación: muy a menudo, una fuente dice una cosa a un periodista y a continuación, lamenta haberlo dicho. En estas ocasiones, debemos permitir que corrijan sus declaraciones, a menos que tengamos excelentes motivos para pensar que la voluntad de la fuente es obstruir la investigación. Si es así, dejaremos constancia tanto de su primera declaración como de la segunda, con recursos del tipo: «En una primera entrevista, la persona X explicaba a este medio “la primera versión”, pero también matiza que se retracta diciendo que “la segunda versión”». Así nos curamos en salud, sin faltar a la verdad. En última instancia, si no tenemos claro si publicar la primera versión o dejarla fuera del texto, lo consultaremos con el editor o el director del medio.

Ahora bien, como periodistas, siempre tenemos que respetar el off the record, a pesar de que conviene evitarlo tanto como sea posible. Además, la norma que hay que seguir es que una información solo se considerará off the record cuando las dos partes lo hayan acordado así desde el principio. Hay muy pocas ocasiones en las que esté justificado publicar una información cuando la fuente ha precisado que nos la explica fuera de la entrevista. Por otro lado, es necesario saber utilizar el off the record para tirar del hilo. A veces, las fuentes nos revelan una información «fuera de grabación» que nos puede servir para iniciar una investigación, a pesar de que no citemos a la persona que nos ha dado esta información.

4) Tentativa de impedir el acceso: a veces, la cobertura de la prensa disgusta tanto a las organizaciones que nos cortan todo acceso a la información. Se tendría que informar a los lectores de cualquier intento de manipulación y fomentar la respuesta de otros medios.